¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso...
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven....no lo lograrás..
Estás muy viejo...ya no podrás..
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuantos años tengo? No necesito marcarlos con un número, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas... ¡Valen mucho más que eso!
¿Qué importa si cumplo veinte, cuarenta cincuenta o más? ¡Lo que importa es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué importa cuantos años...cuantos tengo o cuántos espero?
Si con los años que tengo....
¡Aprendí a querer lo necesario y a tomar solo lo bueno..!
José Saramago
Este hombre era un sabio.
ResponderEliminarTe regalo un poema que escribí hace unos meses:
JOSÉ SARAMAGO NO HA MUERTO
José Saramago no ha muerto.
A las 17:37 de hoy martes
veintiseis de julio de 2011
ha subido al autobús
de la línea número 17
cerca de Plaza Cataluña.
Ha caminado lentamente
apoyado en su bastón
y se ha sentado frente a mí.
Iba a saludarle ilusionado
pero su mirada de súplica
me ha hecho desistir.
Al llegar a mi parada
me he despedido de él
con una sonrisa cómplice.
Quiere pasar inadvertido
y no seré yo quien le traicione.
Gracias...
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